El Debate sobre
la Clonación
Pablo D. Sender
Teosofía
en Argentina, No. 31
Actualmente,
hay algunos temas que se están debatiendo no sólo en la comunidad científica
sino también en el seno de la opinión pública. Uno de ellos, y que vamos a
abordar en este número, es de la clonación y sus posibles aplicaciones.
Para
comenzar vamos a mencionar un par de conceptos. Cada célula de nuestro cuerpo
–a excepción de las células germinales: óvulos y espermatozoides– tiene todos
los genes que guardan la información para que funcione el individuo en su
totalidad. A pesar de que las neuronas, por ejemplo, son morfológica y
fisiológicamente muy distintas a las células del hígado, el intestino o la
piel, todas tienen la información completa: en una neurona están aquellos genes
que le permiten realizar sus funciones específicas, pero también los que
codifican para las funciones de los riñones, para el color de ojos, o la
estatura, etc.
También
es necesario recordar el proceso de formación de un individuo. Cuando un
espermatozoide fecunda al óvulo, éste se convierte en un célula llamada
“cigota” la cual comienza rápidamente a dividirse en 2, 4, 8, etc., células.
Este conjunto de células se denomina embrión, y a lo largo del desarrollo
intrauterino se convertirá en el feto. Como es fácil notar, estas pocas células
del embrión deben dar origen a todos los distintos tipos celulares que
conforman el organismo: neuronas, células de la piel, de los huesos, de las
venas, de los riñones, de los pulmones, del corazón, etc., etc. Esto es posible
porque estas pocas células embrionarias son pluripotentes, es decir,
pueden convertirse en cualquier tipo de célula especializada. Este proceso de
“individualización” que van sufriendo las células embrionarias se denomina diferenciación.
Pero, cuando una célula se diferencia en un tipo particular, pierde su
capacidad de generar otros tipos distintos; es decir, ya no es pluripotente.
Esto se debe a que cuando una célula embrionaria crece y se diferencia va
“callando” los genes que no utilizará y activando sólo aquellos que le son
necesarios. Entonces una célula embrionaria que se transforma en un hepatocito
diferenciado ya no puede dar origen a cualquier tipo
de célula sino sólo a otros hepatocitos a pesar que, como ya dijimos, contiene
la información de todas las células.
En la
clonación, lo que se busca es tomar el núcleo (que contiene los genes) de una
célula adulta cualquiera y ponerlo en un óvulo vaciado de su propio núcleo.
Luego, con un estímulo apropiado, éste óvulo comienza a dividirse como si
hubiera sido fecundado por un espermatozoide y forma un embrión que dará origen
a un individuo con la misma información genética que el dador de los genes.
Pero la dificultad para la clonación radicaba en que se tenía que lograr que el
núcleo de la célula adulta (ya diferenciada) que se utilizará, revirtiera a su
estado desdiferenciado para que todos los genes estén activos, puesto que con
esos genes se tenía que formar un individuo completo.
A
mediados del siglo pasado (s. XX) ya se habían conseguido clonar animales
relativamente complejos como ranas, y en décadas más recientes, ratones; pero
el hecho experimental que marcó el inicio del desarrollo de esta técnica se
produjo en 1997 al conseguir la clonación de un mamífero superior, la oveja
Dolly, a partir de una célula de la ubre de la “madre”. El gran avance
conseguido al clonar la oveja Dolly, fue que se pudo reprogramar el núcleo de
la célula de la ubre hasta desdiferenciarlo y hacerlo útil para ser transferido
a un óvulo. Después de la oveja Dolly se clonaron también monos, terneras y
cabras. A principios de 1999 en Japón habían nacido ya alrededor de 400
terneras clonales.
Pero
esta técnica abría otra posibilidad: la clonación terapéutica. Ésta consiste en
crear embriones con la información genética de un individuo dado, es decir,
generar embriones clonales que no se dejarían crecer sino que se disgregarían
para obtener las células indiferenciadas. Estas células –que son pluripotentes–
se cultivarían en los laboratorios en condiciones adecuadas para generar
distintos tejidos los cuales se usarían para hacer transplantes al dador de los
genes, y como las células son genéticamente iguales, no se producirían rechazos
por incompatibilidad inmunológica. Es decir, si alguien necesita un hígado, se
le extraería material genético de una célula, se los pondría en un óvulo
vaciado y se induciría para que se forme un embrión. Luego, se cortaría el
proceso de gestación y se utilizarían las células que forman al embrión para
formar un hígado (o tejido de hígado). La pregunta inmediata que surge en la
población es si ese embrión estaría ya animado por un alma o no.
El 7
de septiembre de 2000 el Parlamento Europeo aprobó un Protocolo en contra de la
clonación de embriones humanos con fines investigadores. Aunque esta resolución
no es vinculante (es decir, que no obliga) para los distintos Estados Europeos,
tiene un gran valor ético para el desarrollo de leyes sobre esta materia en los
mismos. En la citada resolución se afirma que la creación de embriones con
fines terapéuticos plantea un profundo dilema ético, ya que supone traspasar de
forma irreversible las fronteras de las normas en las que la investigación debe moverse. Esta resolución fue
aprobada por 237 votos a favor, 230 en contra y 43 abstenciones. Este protocolo
entró en vigor el 1 de marzo de 2001. Holanda, España, Italia, Georgia,
Eslovenia, Eslovaquia y Grecia, ratificaron este documento y, aunque sin
haberlo ratificado todavía, lo han firmado 24 países europeos más.
Pero más allá de las dificultades éticas
que se están comentando, la clonación terapéutica tiene otros problemas
metodológicos. Se utilizaron varios cientos de óvulos de ovejas para lograr que
uno prosperara y diera origen a Dolly, y teniendo en cuenta que las mujeres
sólo producen 400 óvulos en toda su vida reproductiva fértil, es fácil deducir
la escasez que habrá de óvulos humanos con fines de la clonación terapéutica,
además de la laboriosidad metodológica para obtenerlos. Por ello, dos
importantes empresas de biotecnología: Stem Cells Sciences y Biotrasplant,
estiman que este problema podría resolverse utilizando óvulos de animales
(vaciados de su núcleo), especialmente de cerdos, que son filogenéticamente muy
cercanos a los seres humanos. En este sentido, ya en 1998, científicos de Advance
Cell Techonology, comunicaron que habían hecho una clonación de material
genético humano en óvulos de vacas, consiguiendo un embrión que se dejó vivir
solamente unos días. Basándose en esas experiencias Stem Cells Sciences
comunicó el 6 de noviembre de 2000 que habían realizado un experimento similar,
pero utilizando óvulos de ratones. Para tratar de justificar éticamente su
experimento, la empresa afirmó que los óvulos de estos animales no aportaban
material genético al embrión. Pero esto no es así, porque si bien es cierto que
al óvulo se lo vacía de su núcleo, éstos aún conservan material celular, como
las mitocondrias, que aportan un 3 a 4% de ADN del animal.
Pues bien, el tema está planteado. Uno
recuerda cuando C. W. Leadbeater decía a principios del siglo XIX que en el
futuro habría bancos de órganos que se podrían utilizar como repuestos, y ahora
la ciencia está avanzando aceleradamente hacia allí con las nuevas tecnologías
que se están desarrollando. Pero puede que existan modos correctos y modos incorrectos
de hacerlo. De hecho, unos pocos científicos están buscando opciones menos
violentas y algunos resultados están teniendo. Pero cada uno de nosotros
deberíamos preguntarnos ¿estamos dispuestos a renunciar a estos avances que en
algún momento podrían salvar la vida de alguien cercano a nosotros? ¿O sólo nos
oponemos ideológicamente? ¿Es realmente válido el mejoramiento de la salud
física de los seres humanos con los medios que actualmente estamos utilizando y
los daños que se producen? El debate está abierto.