¿Quién Soy Yo?


Pablo D. Sender

The Theosophist, Agosto 2009 1


Mme. Blavatsky (HPB), en su libro Ocultismo Práctico, describe cuatro tipos de Ciencias Ocultas. Tres de éstas (que tienen que ver con lo que podríamos llamar magia, o el conocimiento de las fuerzas ocultas en la naturaleza, sonidos, etc.) no son consideradas por ella como causas de un despertar espiritual. Después de todo, este tipo de conocimiento oculto no es realmente espiritual sino “de cosas pertenecientes al campo de la naturaleza material.” Por el contrario, HPB concentra su atención en la cuarta clase de Ciencia Oculta: Ātma-Vidyā. En sus palabras:

Ātma-Vidyā, un término que es traducido por los Orientalistas simplemente como “conocimiento del Alma”, verdadera Sabiduría, pero que significa mucho más . . . es la única clase de Ocultismo en que debería esforzarse cualquier teósofo que admire Luz en el Sendero, y que aspire a ser sabio e inegoísta.i

Ātma-Vidyā es una palabra sánscrita que literalmente significa “Conocimiento del Ser”. Este “conocimiento” no es intelectual; es un conocimiento directo, espiritual, que tiene un efecto revolucionario sobre nuestra conciencia. Dado que Ātma-Vidyā es considerado tan importante, la investigación para descubrir nuestra verdadera naturaleza es un interés central para aquellos que tratan de convertirse en verdaderos Teósofos.

Las enseñanzas Teosóficas pueden ser de gran ayuda en esta investigación de uno mismo, al menos hasta cierto punto. Dijimos que Ātma-Vidyā no es un conocimiento intelectual, y por lo tanto las enseñanzas son útiles si no las tomamos como meros conceptos. Ellas son indicadores que nos muestran la dirección de nuestra investigación. En otras palabras, el verdadero recorrido del sendero nunca debería ser reemplazado por el mero estudio de las enseñanzas. Debemos trabajar sobre ellas y tratar de verificarlas en nuestra vida diaria, hasta el punto de que somos capaces.

Las enseñanzas Teosóficas postulan que los seres humanos son muy complejos y no meramente un cuerpo físico. La conciencia, mente y emociones no son el subproducto de reacciones químicas en nuestro cerebro sino una realidad en sí mismos más allá de nuestra dimensión física. Así una persona, además de su cuerpo físico, tiene un cuerpo emocional (a veces llamado cuerpo “astral”) y un cuerpo mental. Éstos constituyen nuestra personalidad, la cual dura sólo una encarnación. Pero éstos no son la totalidad del ser humano. También existe un elemento comúnmente denominado el Alma, conocido como Cuerpo Causal en Teosofía. Este principio está más allá del ciclo de muerte y renacimiento, y es el depósito de nuestra experiencia evolutiva. El Cuerpo Causal, sin embargo, no es eterno, ya que es disuelto y transformado en otra cosa cerca del final de la evolución humana.

El elemento eterno en seres humanos es Ātman—el Espíritu, el verdadero Ser. Este principio no es personal sino universal. No es que yo tengo mi Espíritu y usted tiene el suyo. Hay sólo un Espíritu, el cual es la fuente común de todo en el universo.

Entonces, ¿Quién soy yo? ¿Soy la personalidad, el Alma individual, o el Espíritu universal? ¿O soy todos ellos? Incluso una respuesta filosófica a esta pregunta, como se la postula en las enseñanzas Teosóficas, es bastante compleja. No nos dedicaremos aquí a ofrecer una explicación conceptual sino a proceder con un inquirir que eventualmente puede llevarnos a descubrir la respuesta por nosotros mismos.



The Razón de Nuestra Confusión

El hecho mismo de que estamos haciendo la pregunta de “¿Quién soy yo?” indica que no conocemos nuestra verdadera naturaleza. ¿No es extraño? ¿Cómo es posible que no sepamos quiénes somos, si somos lo que somos? Para comprender esto debemos examinar tres enseñanzas Teosóficas fundamentales:

i) Al manifestarse en todos los planos cósmicos el Ser universal, Ātman, necesita vehículos de conciencia apropiados para interactuar en cada uno de esos campos. Por ejemplo, es obvio que para funcionar en el plano físico el Ser necesita un cuerpo físico. Lo mismo se aplica a los planos emocional, mental y otros planos del cosmos. El problema es que al usar estos vehículos de expresión, el Ser se identifica con ellos.

ii) Estos cuerpos, sin embargo, no son vehículos inertes, sin vida. Todo en el universo está vivo y tiene una conciencia propia. El Ser está utilizando “entidades vivientes” como vehículos de expresión. Podríamos usar una analogía y decir que el Ser no está conduciendo un automóvil (que sigue mecánicamente las direcciones del conductor) sino cabalgando un caballo—en general uno bastante salvaje—que tiene su propia vida e inclinaciones.

iii) Estos vehículos, aunque tienen una conciencia y vida propia, en última instancia son sólo la expresión del Ser en los diferentes planos cósmicos, ya que todo deriva de una misma Realidad.

Como resultado de esto cierto sentido de ser está presente en cada uno de estos cuerpos o vehículos, y naturalmente sentimos “Yo soy este cuerpo, emociones, y pensamientos”. Más allá de que esto pueda ser verdad en el campo de la Unidad, en los planos manifestados ellos también son diferentes del Ser. En A los Pies del Maestro se dice:

No confundas tus cuerpos contigo mismo; ni el cuerpo físico, ni el astral, ni el mental. Cada uno de ellos pretenderá que es el Ser para conseguir lo que quiere. Pero tú debes conocerlos a todos y saber que tú eres su amo.

Examinando nuestro cuerpo vemos que es una entidad viviente, con una conciencia instintiva o elemental propia. Tiene sus gustos y aversiones, y también sus propias necesidades. Es inquieto o perezoso, sufre el calor o el frío, es muy sensible o embotado, etc. En la literatura Teosófica esta conciencia del cuerpo es llamada elemental físico. No somos “nosotros” los que queremos comer y beber, respirar o dormir. Es el elemental físico. Así, vivimos e interactuamos con el medioambiente a través de un vehículo que tiene sus propias tendencias pero, estando identificados con él, decimos: “No puedo soportar este calor”, “Me gusta esta comida”, o “Quiero dormir”.

Lo mismo se aplica a nuestro cuerpo astral o emocional. Las emociones son la mayoría de las veces una reacción automática al medio ambiente. Nuestro cuerpo emocional también tiene una conciencia elemental propia, llamada el elemental de deseos. A éste le gustan ciertas cosas y rechaza otras. Busca sentir diferentes emociones porque ellas son su vida y actividad. Busca experimentar excitación, variedad, y nuevas vibraciones; una necesidad constante por nuevas formas de estimulación, nuevas posesiones, relaciones, situaciones, etc. Nuestras emociones y deseos no son “nosotros”. Más bien, éstos suceden en nuestro cuerpo emocional, pero nos identificamos con ellos.

Nuestra mente también tiene una conciencia propia. El elemental mental tiende a estar en actividad para sentirse vivo. Su misma naturaleza y vida es la interminable producción de pensamientos, por ello tenemos dificultades para concentrarnos. También crea ciertos patrones de pensamiento, reacciones y prejuicios, y ve el mundo desde esa perspectiva.

En nuestra identificación con los cuerpos, devenimos sus esclavos. Si sólo pudiéramos comprender que no somos estos vehículos seríamos libres para usarlos del modo correcto, sin enredarnos en sus actividades. Pero aquí de nuevo surge la pregunta: ¿Quiénes somos nosotros?



Buscando lo Permanente dentro de Nosotros

¿Cómo vamos a proceder para descubrir quiénes somos en realidad? Algo que sabemos es que en nosotros hay un sentido de identidad constante. Sentimos que somos la misma persona durante toda nuestra vida. Cuando decimos “He cambiado durante estos años”, queremos decir que la esencia del “yo” permanece, en medio de los cambios constantes. Es como los cambios de color, forma, temperatura, etc., que cualquier objeto puede sufrir, sin cesar de ser la misma sustancia. Investiguemos si existe tal elemento en nosotros, y dónde.

Nuestro cuerpo físico cambia con el tiempo. Nuestros cuerpos actuales son muy diferentes que los que teníamos cuando nacimos. Sin embargo, nos reconocemos como siendo la misma persona durante los estadios de niñez, juventud y adultez. Es obvio que nuestro sentido de identidad está más allá del cuerpo físico. De otra forma cambiaría a medida que el cuerpo cambia.

Nuestro cuerpo emocional también está cambiando constantemente. Dentro de nosotros hay un continuo juego de diferentes emociones. Incluso podemos tener emociones opuestas en un tiempo muy corto. El modo en que sentimos durante nuestra niñez es en su mayor parte diferente de cómo sentimos ahora. Es verdad, existe una tendencia a mantener ciertos patrones emocionales, porque todo en la naturaleza quiere preservarse y repetirse a sí mismo. Sin embargo, experimentamos un cambio constante dentro de estos patrones más o menos fijos. E incluso estos patrones pueden ser cambiados si trabajamos en esto. A pesar de todos estos cambios todavía existe un sentido de ser la misma persona, lo cual significa que el sentido de identidad no puede estar basado en nuestro cuerpo emocional.

Lo mismo puede decirse acerca de nuestros pensamientos. Ellos cambian continuamente (aunque pueda haber algunas tendencias o hábitos de pensamiento) y sin embargo nuestro sentido de identidad permanece. Así, los pensamientos tampoco pueden ser responsables de este sentimiento constante.

Sin embargo, cuando examinamos este sentido de identidad, descubrimos que está fuertemente basado en nuestro aspecto mental. Es a través de la mente que nos reconocemos a nosotros mismos y decimos “Yo soy yo y ninguna otra persona”. ¿Cuál es el elemento en nuestras mentes que produce este sentido de identidad? Sin duda la memoria tiene mucho que ver en esto. La memoria une todas las experiencias pasadas con el presente, jugando un importante rol en mantener el sentido de que yo soy la misma entidad durante los diferentes estadios de la vida, a pesar de los muchos cambios que ocurren. De hecho, cuando una persona pierde su memoria, también pierde su identidad; él no puede recordar quién es. Sin embargo, incluso en casos extremos, hay algo que todavía permanece: él puede no saber quién es, pero sabe que él es. Hay un sentido de ser que va más allá del sentido de identidad.

El filósofo Descartes, en su búsqueda de algo que se pudiera sostener como verdadero sin ninguna duda, confundió este sentimiento de ser con el pensamiento, y concluyó que el único conocimiento indudable es que él era un “algo pensante”. Pero si profundizamos en nuestra auto-investigación, si observamos nuestra mente cuando estamos en meditación silenciosa, o cuando contemplamos algo, podemos descubrir que hay un conocimiento o intuición no-conceptual, un sentimiento de “yo soy”, incluso cuando no hay pensamientos o palabras para definirlo. Es un sentimiento abstracto no formulado, difícil de percibir, que impregna los diferentes niveles de nuestra personalidad y los transciende. Es sólo cuando ese sentimiento puro y simple de yo-soy-dad se identifica con los vehículos de conciencia (con el nombre y la forma, con los pensamientos y emociones) que éste se convierte en el sentido de identidad y decimos: “Yo soy… así o asá”.



Más allá de la Personalidad

¿De dónde viene este sentimiento de ser? ¿Cómo se origina? Como explica HPB en La Clave de la Teosofía ii la fuente del sentido puro de ser trasciende la personalidad. Se origina en lo que las enseñanzas Teosóficas denominan el Cuerpo Causal o Ego Superior, el Alma individual. HPB utilizó la palabra “ego” en un sentido filosófico varias décadas antes del desarrollo de la psicología moderna con Freud y otros. La psicología moderna usa la palabra ego para referirse a un aspecto de la personalidad que en Teosofía es llamado el “ego inferior”. HPB usó el término Ego Superior porque este elemento en los seres humanos es la fuente de nuestra autoconciencia. El Ego Superior es nuestra Individualidad, el principio relativamente permanente más allá de la vida y de la muerte, cuyo rayo encarna en diferentes personalidades. Pero este Ego trascendental no es afectado por emociones o pensamientos personales y es la fuente de toda aspiración espiritual en la personalidad. Podemos decir entonces que este sentido puro de yo soy es una especie de sutratma, es decir, un eslabón entre nuestra personalidad y los principios superiores en nosotros.

Sin embargo debemos tener en cuenta que el Ego Superior no es el principio más elevado en los seres humanos. Éste está en un proceso de evolución para fundirse con la naturaleza espiritual, transformándose así en un Ego Espiritual, autoconsciente y sin embargo uno con todo. El Espíritu o Ātman, por otro lado, siendo un rayo de lo Absoluto está más allá de cualquier sentido de “yo”. ¿Cómo podemos entonces concebir Ātman, el séptimo o más elevado principio en el hombre? En las Cartas de los Mahatmas leemos:

El Espíritu o Vida es indivisible. Y cuando hablamos del séptimo principio no queremos significar ni una cualidad ni una cantidad y ni siquiera una forma, sino más bien el espacio ocupado en ese océano de espíritu.iii

Esta cita dice que Ātman (el Espíritu en el hombre) no es “algo” sino el espacio que un individuo ocupa en el océano del Espíritu indivisible, universal. También podemos encontrar este concepto en La Doctrina Secreta donde HPB explica que la única formulación mental que podemos hacernos acerca de la más elevada realidad en el universo, lo Absoluto, es la de ser como el Espacio.iv Exploremos las implicancias de estos conceptos.

Podemos considerar la expresión de Ātman al nivel psicológico como el espacio subjetivo dentro del cual nuestra conciencia personal opera. Es decir, yo percibo lo que llamo mis pensamientos, deseos, sentimientos, sensaciones, etc., operando dentro de mí, dentro del espacio que me pertenece. Pero no puedo percibir en forma directa lo que le pasa a usted, porque sus emociones y pensamientos están fuera de mi “espacio personal”. Yo soy yo, y usted eres una persona diferente.

Ahora, el espacio no tiene límites reales. Nosotros creamos los límites cuando nos identificamos con la personalidad, pero esos límites se expanden a medida que nos tornamos menos autocentrados e integramos a otros en nuestra conciencia. El místico comprende que todo está dentro de él y que él está en todo. En este proceso de una expansión cada vez mayor vendrá el día en que sea realizado el Ser Universal Uno, y es entonces que conoceremos nuestra verdadera naturaleza. Sin embargo, antes de que podamos realizar esta Unidad, el primer estadio para lograrlo es cesar nuestra identificación con la personalidad y unir nuestra conciencia con la del Ego Superior, la fuente de nuestro sentido de existir.



La Práctica

El Mahatma KH dijo (CM, No. 12):

Las verdades y misterios del ocultismo constituyen, de hecho, un cuerpo de la más alta



importancia espiritual, al mismo tiempo profundo y práctico, para todo el mundo.

Vamos a explorar ahora el significado práctico de estas enseñanzas. ¿Cómo procederemos para romper esta identificación con la personalidad? Existen diferentes estrategias pero, como ya veremos, en última instancia todas están basadas en esos dos elementos que tienen su origen más allá de la personalidad y que sin embargo están a nuestro alcance: el sentido puro de yo-soy-dad, y el sentido de ser el espacio. De hecho, ambos sentimientos parecen siempre ir juntos, aunque algunas prácticas enfatizan más un aspecto o el otro.

Comencemos con una descripción general sobre cómo deberíamos ir a través de nuestra vida diaria para acercarnos a nuestra naturaleza real, y entonces procederemos a examinar algunas prácticas específicas que pueden ayudarnos a entrenarnos en esto.

Mientras estamos ocupados en nuestras actividades diarias deberíamos permanecer con este sentido puro, no-conceptual, de yo-soy-dad tan frecuentemente como sea posible. No nos estamos refiriendo al sentido de “yo soy el que actúa, siente y piensa”, porque en ese caso el sentimiento es de “yo soy el productor de los pensamientos, emociones y acciones”. Es claro que existe una acción física, emocional y mental, pero la que actúa es la personalidad, la agregación de conciencias elementales. El sentido puro de yo-soy-dad brilla sólo cuando cesamos de identificarnos con el que actúa. Debemos desarrollar una actitud de ser el testigo de la acción a todo nivel, en otras palabras, desarrollar una conciencia silenciosa, pasiva, de todo lo que sucede interna o externamente. No es que no debemos actuar; no podemos actuar. Nosotros, como conciencia pura, sólo podemos ser conscientes. Cuando se deba afrontar cualquier situación, deje que la personalidad reflexione, busque la mejor respuesta y haga elecciones, que actúe o que se refrene de acuerdo al mayor bien que pueda percibir. Pero no se confunda asumiendo que todo esto está siendo hecho por usted. Usted es sólo la percepción que abarca tanto al actor como a la acción; usted está más allá.

Esta actitud puede ser desarrollada con la ayuda de algunas prácticas meditativas y el esfuerzo de aplicarlas a la vida diaria.


i) Morando en el Simple y Puro Sentido de Yo-soy-dad.

Nisargadatta Maharaj decía: “Todo lo que debes hacer es sostenerte en el sentido de yo soy”. En este acercamiento a la meditación no debemos hacer algo, sino sentarnos y ser. Simplemente nos sentamos completamente relajados—física, emocional y mentalmente—y descansamos conscientes en el sentido de ser, de existir. La dificultad que podemos encontrar en este acercamiento es que podemos ser distraídos por el movimiento de pensamientos y sentimientos, y pronto encontrarnos completamente sumergidos o en la distracción o en la lucha por controlar los pensamientos. Cuando esto sucede, sólo debemos notar la distracción y volver al sentido puro de yo-soy-dad. No luche con sus pensamientos. Sólo sea consciente de que perdió de vista su sentimiento de ser y regrese a éste, una y otra vez, suave y naturalmente, sin luchar. Éste es un ejercicio en dejar ir las distracciones, y el “esfuerzo” se hace para permanecer conscientes en la naturaleza original de la mente no distraída. A través de esta práctica encontraremos cómo “posicionar correctamente” nuestra mente, en un estado donde no hay ni lucha ni distracción.

Ahora, para aquellos “adictos a pensar”, como diría Ramana Maharshi, hay un acercamiento alternativo que es más activo, pero que eventualmente lleva al mismo estado. Él recomendaba el uso de la pregunta “¿Quién Soy Yo?” como la semilla de meditación:

Cuando aparezcan pensamientos uno no debería seguirlos, si no preguntar: "¿A quién se le aparecen?" . . . La respuesta que emergerá será "A mí". Entonces, si uno pregunta "¿Quién soy yo?", la mente se retirará a su origen; y el pensamiento que apareció se calmará. Con la práctica repetida de esta manera, la mente desarrollará la habilidad de permanecer en su origen.v

Aquí estamos usando el pensamiento para trascender el pensamiento ya que, de acuerdo con Ramana Maharshi, la pregunta de “¿Quién soy yo?” será destruida al final junto con todo otro pensamiento.


ii) El Sentido de Ser el Espacio.

Ahora llegamos al segundo elemento que mencionamos. El enfoque del punto i) apuntaba básicamente a retirar la atención del movimiento psicológico para tornarse consciente de ese sentimiento sutil que es el sentido puro de ser. Pero aquí, nuestra atención será dirigida a lo que está pasando en nuestra conciencia ordinaria, sin tratar de focalizarnos en nada en particular. La meta de esta técnica no es silenciar la mente, o manipular, o controlar los pensamientos y emociones. Después de todo, aquél que controla es sólo otro pensamiento, y nuestra verdadera naturaleza está más allá del pensamiento. Aquí nos sentamos y dejamos que las emociones y pensamientos aparezcan y desaparezcan por sí mismos, mientras somos meramente conscientes de ellos. En otras palabras, somos como el espacio inmutable que contiene el movimiento psicológico pero que no es afectado por éste. Algunas prácticas meditativas que trabajan de esta manera son las de Mahamudrā y Dzogchen del budismo tibetano, y el acercamiento de J. Krishnamurti.

Parecería que aquí hay dos modos sutilmente diferentes de posicionar nuestra mente. Podemos tanto sentir que somos el espacio más allá de todo movimiento psicológico, i.e., nuestra presencia lo trasciende; o podemos sentir que no hay nada sino este movimiento psicológico, y por lo tanto nuestra presencia o conciencia está dentro de él, i.e., es inmanente. Estas dos opciones pueden estar relacionadas a lo que Mme. Blavatsky dijo en su Diagrama de Meditación:

Primero concibe la unidad por expansión en el espacio e infinita en el tiempo. (Sea con o sin auto-identificación).

Debemos recordar que el concepto de espacio en Teosofía no es de un vacío, sino un espacio que contiene todo. Examinemos estos dos acercamientos en mayor detalle:


a) Trascendencia: Aquí cambiamos nuestra identificación con las actividades psicofísicas hacia un estado de presenciar todo lo que sucede, sin elegir ningún sentimiento o pensamiento en particular. Observamos cómo cada acción se desarrolla dentro del campo de la conciencia, y nos establecemos como siendo el espacio que abarca, más que con el contenido de la conciencia. No existe el sentimiento de “Yo pienso, siento, quiero, deseo” sino un sentido de “Hay pensamientos, sentimientos, deseos, etc., moviéndose en el campo de la conciencia”. Observamos el movimiento de nuestra psiquis como miramos el correr de un río o las nubes moviéndose en el cielo; en forma desapegada. El movimiento es independiente de nosotros; sólo lo presenciamos. Este concepto puede encontrarse también en el Tao Te Ching:

Vacíate de todo. Deja que la mente se aquiete. Las diez mil cosas aparecen y desaparecen mientras el Ser observa su movimiento.vi

En este ejercicio todavía parece haber cierto elemento de dualidad ya que el testigo es diferente del movimiento psicológico. Sin embargo creo que cuando aplicamos con sinceridad cualquiera de estas técnicas ellas se purifican a sí mismas y eventualmente llevan a un estado de no-dualidad donde el observador se disuelve en la observación pura.


b) Inmanencia: Aquí uno comienza casi en un estado de no-dualidad. “El primer paso es el último”, como decía Krishnamurti. No hay diferencia entre el meditador, el que inquiere, o el que presencia, y los contenidos de su conciencia. El observador es lo observado. En este enfoque ni siquiera se hace el intento de “posicionar” nuestra conciencia en ningún modo particular, porque el mismo intento es realizado por una entidad psicológica que se separara a sí misma del resto del movimiento psicológico. Hay sólo una conciencia pura, no-dual, no-autoconsciente. Cuando ese estado sucede, hay una espontánea integración dentro de la conciencia. Somos uno con los pensamientos, emociones, y todo el campo y espacio de la conciencia. Se dice en las Cartas de los Mahatmas que éste es un estado espiritual donde puede venir el verdadero conocimiento:

El Verdadero Conocimiento del que se habla aquí no es mental sino un estado espiritual, el cual implica una completa unión entre el Conocedor y lo Conocido.vii

La dificultad en este enfoque es que no podemos acceder a este estado no-dual a través de un esfuerzo de nuestra voluntad, la cual funciona dentro de la conciencia dual. El mismo intento de hacer algo (incluso el de estar conscientes) introduce dualidad. Entonces, ¿cómo va a surgir ese estado? El camino parece ser uno negativo. No es que tenemos que hacer algo, sino que debemos dejar de hacer. Este no-hacer, sin embargo, no puede ser meramente inacción. La mayoría de las personas no tratan de meditar y sin embargo este espontáneo estado de integración no sucede. La finalización del esfuerzo debe venir como producto del trascender el esfuerzo, es decir, a través de la profunda comprensión de que cualquier intento de nuestra parte está introduciendo dualidad, y que por lo tanto es inútil para nuestro propósito presente.

En términos prácticos, podríamos comenzar por hacer un esfuerzo inteligente para trabajar con cualquier movimiento psicológico que esté presente introduciendo dualidad. Deberíamos examinarlo, cuestionarlo, ser conscientes de él, y, al mismo tiempo, ser conscientes de aquél que está haciendo el esfuerzo. Eventualmente comprenderemos, lo veremos como una experiencia verdadera (y no como un concepto leído en algún lado), que el mismo esfuerzo da origen a la entidad psicológica, el “yo”, que introduce la dualidad. Entonces vemos que hay solamente actividad psicológica. El observador no es diferente de lo observado. Cuando nos damos cuenta de esto hay un “soltar” espontáneo de cualquier esfuerzo, y la consecuente cesación de dualidad. Este flash de comprensión “sin causa”, en el que la dualidad se disuelve, tiene una cualidad transformativa.



1 El artículo publicado en The Theosophist fue editado por cuestiones de espacio. Aquí ofrecemos la versión original del mismo.

iReferencias


 Ocultismo Práctico, “Ocultismo versus las Artes Ocultas”

ii HPB, La Clave de la Teosofía, Capítulo II, “La Diferencia entre Teosofía y Espiritismo.”

iii Mahatma M, Cartas de los Mahatmas a A. P. Sinnett, No. 13

iv HPB, La Doctrina Secreta I, “Proemio”.

v Ramana Maharshi, “¿Quién Soy Yo?”

vi Lao Tse, Tao Te Ching, Capítulo 16 (trad. Feng y English)

vii Mahatma KH, Cartas de los Mahatmas a A.P. Sinnett, No. 69